Muchas veces decimos: este chico me gusta, este otro me pone, ese de allí está para comérselo… Hasta llegamos a asumir que estamos enamoradas de un gilipollas por el que lo único que sientes es atracción.
Es así. Siempre.
Siempre… hasta esto, claro. Y es que solo de pensarlo me late el corazón más rápido que nunca.
Es verle y sonreír como una tonta.
Es estar un minuto (lo juro, solo aguanto un minuto) sin hablarle y empezar con mis paranoias.
Es levantarme cada mañana únicamente porque me despierto pensando en él.
Es verle de lejos (hasta con mi malísima vista) y sentir un escalofrío recorrerme toda la espalda.
Es entrar en clase con la resolución de escuchar mucho y salir dándome cuenta de que no me he enterado de nada.
Es hacer cualquier cosa que no sea hablarle y tener que hacerla a toda velocidad para coger la black lo más rápido posible.
Es sacar malas notas, por no poder pensar más que en él.
Es no hacer los deberes por contarle cualquier cosa importante para mí e insignificante para el resto.
Es… pero, qué es? Nunca antes he sentido esto, de verdad.
Y por muy rosa que parezca la vida ahora, sé que me va a tocar sufrir más que en toda mi vida.
Es, que me quiera hoy y me olvide mañana.
Es… joder, no puede serlo. No, no estoy enamorada. Y por querer negarlo, le estoy perdiendo.
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